miércoles, 3 de septiembre de 2014

La música que revoluciona Delicias

La orquesta 'In Crescendo', compuesta por niños gitanos e inmigrantes del Allúe Morer, se convierte en motor de cambio en un entorno social golpeado,

«Si te colocas a la puerta del colegio por la mañana, el Allúe Morer parece Naciones Unidas». Lo afirma con mucho humor la directora del centro, Henar Rubio, pero es cierto. Niños gitanos, rumanos, marroquíes o procedentes del África subsahariana se dan cita en unas aulas donde los payos son minoría, apenas media docena sobre un total de 140 alumnos.

El Allúe Morer está en el barrio Delicias y sería un perfecto termómetro para medir los estragos sociales de la crisis. Sin embargo, el centro no es noticia por eso, sino por lo contrario: se ha convertido en una fuente de esperanza gracias a un innovador proyecto musical, pionero en España, la orquesta infantil ‘In Crescendo’, promovida por el Centro Miguel Delibes con la Sinfónica de Castilla y León.

La orquesta está revolucionado las Delicias. O, cuanto menos, la parte del barrio que está en el entorno social más directamente relacionado con el colegio, que se sitúa a medio camino entre el Parque de la Paz y las viviendas de Las Viudas, el principal foco de población gitana. La inesperada irrupción de la música en unas familias que nunca lo hubieran esperado, ni imaginado, está rompiendo estereotipos, ensanchando mentes y despertando ilusiones. Gracias a esta idea, muchos adultos han descubierto que el escenario de lo posible se amplía para ellos y sus hijos.

«Lo de la música es la bomba; un lujo. No sabe qué contentura tienen los niños», explica Daniel, entusiasta padre de uno de los instrumentistas de ‘In crescendo’. Le brillan los ojos cuando le cuenta a la directora del centro que la familia va a hacer un esfuerzo para comprarle al niño un violín propio. Algo del todo impensable hace tan solo tres años. Y no es el único. «Para los padres esto es como el cuento del patito feo: ven que sus hijos de repente se convierten en cisnes», resume Henar Rubio. Especialmente cuando les escuchan tocar en un escenario tan solemne como el ‘Miguel Delibes’, en compañía de músicos profesionales de primer nivel y compartiendo con ellos los aplausos. Personas de natural bullicioso se quedan mudas.

El proyecto fue recibido con cautela y un punto de escepticismo, cuando hace tres años el Área Socioeducativa del ‘Miguel Delibes’ lo expuso al colegio. Habían barajado otras opciones posibles en Pajarillos y Barrio España, siempre desde la premisa de que el centro escogido debería presentar dificultades de integración social, según explica la responsable del Área, Silvia Carretero.

El Allúe Morer fue el elegido, entre otras razones, por su experiencia en proyectos de convivencia, que ya le han hecho merecedor de distinciones y galardones en el pasado.

Desde entonces para acá mucho ha cambiado en Delicias y en las vidas de los niños involucrados. Hace unas semanas disfrutaron de una experiencia que nunca hubieran soñado: tocar ante el Premio Nobel de la Paz Pérez Esquivel. Y más recientemente se les ha podido ver en el festival Fácil de Salamanca compartiendo cartel con otros grupos profesionales, en la que probablemente sea una de sus actuaciones más «serias» en lo que llevan de vida.

El hombre que está detrás de esta revolución es Benjamín Payen, un violinista francés de la Sinfónica de Castilla y León que ha asumido la responsabilidad de coger la batuta de esta singular formación. El capitanea a un equipo de voluntarios integrado por una decena de compañeros de la orquesta regional así como profesores de los conservatorios de Valladolid y de Salamanca.

Realidad Multicultural

Lo hace fundamentalmente por vocación, para experimentar cómo la música puede tender un «puente» entre realidades tan distintas como una orquesta clásica profesional y un grupo humano como el del colegio, que nunca se hubiera planteado pisar un auditorio. Y, sin embargo, hay más en común de lo que parece. La orquesta regional, como el propio barrio, es una realidad multicultural, con músicos procedentes de países distintos de Europa o del mundo. «Descubrir esto les ha gustado mucho a los niños», explica Payen. Y él cuida esa diversidad con un repertorio que no sólo incluye hitos de la música clásica sino también temas populares en árabe o rumano, por ejemplo. La idea de ‘In crescendo’ se inspira en el sistema de orquestas y coros infantiles de Venezuela creado en 1975 por el músico y educador venezolano José Antonio Abreu. Su objetivo no era tanto formar a profesionales como dar una ocupación creativa a niños procedentes de entornos sociales precarios. En el caso del país americano el éxito ha sido tal, y tan grande el volumen de jóvenes involucrados, que se ha convertido en una cantera real de instrumentistas, aunque no fuera su propósito inicial.

Con un objetivo similar nació hace tres años ‘In crescendo’, la primera orquesta de estas características en España. «La meta de este proyecto no es el talento, sino ser un instrumento útil para el desarrollo personal», explica Payen. La orquesta es, en realidad, una «escuela de convivencia», en la que los niños desarrollan habilidades como la concentración, el trabajo en grupo, las relaciones humanas, la adaptación a ambientes multiculturales y la expresión artística de las emociones.

Podrían parecer solo palabras, pero para los profesores del ‘Allúe Morer’, y para los padres, son realidad. «Es verdad que la música amansa a las fieras», constata en broma Antonio Redondo, el conserje del centro. Y no sólo él. «Desde el principio se ha visto un gran cambio en los niños, en el modo como se sientan, y en la atención que prestan a las clases, no sólo a la música», explica Henar Rubio, la directora. Era tanta la diferencia entre los 50 estudiantes implicados en la orquesta y el resto, que el colegio decidió poner en marcha un coro escolar en el que participan, de una u otra manera, los demás estudiantes. Así que la música es ahora una seña de identidad colectiva del ‘Allúe Morer’.

Respeto y responsabilidad

Concentración, convivencia, respeto y también responsabilidad. El Miguel Delibes presta a los niños los instrumentos con los que tocan, que se guardan en el propio centro, pero que ellos pueden llevarse a su casa siempre que quieran, para ensayar. Y hasta ahora no ha habido problemas, o han sido muy menores. «Ha habido alguna rotura por accidente, ni siquiera por mal uso o imprudencia, pero con eso ya contábamos», explica Carretero.

Al contrario, lo que de verdad llama la atención es ver el respeto y la responsabilidad con los que niños de entre 6 y 12 años manejan instrumentos tan delicados. «Ellos los cogen y ellos los guardan, y nunca ha desaparecido ninguno», afirma la directora, que presume de que en su centro, en contra de lo que los prejuicios pudieran hacer pensar, «no hay robos». «Es una población con muchas necesidades. Ahora están arrasados. Pero no te quitan nada. Te lo piden. Y yo, si puedo, les ayudo. Si no lo hacemos los que estamos cerca ¿quién lo va a hacer?».

En medio de tamaña necesidad, que llega en el caso de algunas familias a no poder satisfacer necesidades básicas de los niños, la música se ha convertido en un reto y un estímulo. Algo que, por un lado les saca de una realidad amarga, y, por otro, les prepara para afrontar en mejores condiciones los desafíos que les esperan.

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